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La répression

  • Foto del escritor: Vale Sosa
    Vale Sosa
  • 16 nov 2019
  • 3 Min. de lectura

Siempre esperaba la lluvia. Ese era un momento muy especial porque todo se ponía en pausa: los problemas, la negatividad de afuera, los ruidos, y sobre todo los ladridos del perro del vecino. Todo se callaba, cuando comenzaba. Amaba ver como se mojaban los techos, y las paredes, especialmente las que estaban plagadas de musgo. La gente refugiándose, haciendo movimientos torpes, los chicos saltando charquitos. Y quería que nunca terminara. Desde el momento en que empecé a amar el "CALLATE" de la lluvia, es que odio los días de lluvia con sol. Lo arruina todo... (que no se malinterprete, los días de sol son otra cosa). Eran los días en que me escapaba a cualquier lado. La lluvia se disfruta mas a solas.

Refugio-

En la escuela me parecían todos caretas... Esa actitud tenia una fuerte connotación con lo que era sentirme a gusto. Sentía que nada de eso me representaba, mas allá de las apariencias, era lo que se escondía detrás.

Tenia puesto el cartel "no se acerque" en la frente, mis cosas adentro de una bolsa de locuras y la remera de ramones debajo de la camisa y la corbata. Todo esto era cierto... Pero mucho más lo primero. Ese escenario me hacia pensar fuerte en por qué, si somos

libres, nos obligan a ponernos tantas cadenas y restricciones... ponete esto, camina así, no digas esto, no mires aquello, no no no...

Miraba a los adultos sumergidos en crisis de agujeros negros constantes y me preguntaba por qué hacían lo que hacían si no eran felices... En fin, calculo que haberlo visto de esa manera es algo que fácilmente se puede justificar... pero también, ¡contribuía a la represión! y decidir que las cosas que nos sucedían no eran suficientemente importantes.

Por otro lado, digo, que suerte de que se me cruzaran amigos insoportablemente insistentes y con una fuerte inclinación a meterse en problemas... Y esto es para ellos.

Cuando me entere, de que a la escuela careta también iba a ir un pibito, vecino, que trataba de no cruzarme en la calle ni en ningún otro lado porque me parecía que hostigaba a todo el mundo con su skate, logrando que no podamos sentarnos en la vereda al grito de ¡Correte! ¡La vereda es publica!!! y su pelito rubio largo que movía de un lado al otro, era motivo suficiente para no querer ir. Pero claro, esa no era mi decisión y empezamos a ir juntos, caminando esas 10 cuadras en uniforme, llegando siempre tarde, rogando que no se le ocurriera ninguna calamidad en contra de algún ser vivo y principalmente, en mi contra.

Siempre irrumpía abruptamente en mi habitación en medio de un ritual incansable de escuchar los mismos discos una y otra vez. En esa época eran "Superunknown", "Loco Live", "The queen is dead", "King for a day... " aunque también encontraba placer cantando:

"Soy un perdedor, i´m a loser baby, so why don´t you kill me... " y cuando entraba, a la mierda todo...

En el transcurso eran recurrentes las irrupciones y cada vez mas multitudinarias, se aparecía con gente que ni conocía... "Hagamos alguna", y como era muy vaga para contradecirlo lo hacía.

También estaban los demás. Y ahí empezamos a vivir como en una especie de 1979 de Smashing Pumpkins, de alguna manera, muy natural. Éramos cómodamente rebeldes. Fumábamos a escondidas, en la calle, escupiendo desde el puente, nos aparecíamos en fiestas a las que obviamente no nos habían invitado y huíamos al comernos y tomarnos todo, nos escapábamos en tren, pintábamos paredes y siempre venia alguno que otro a preguntarnos por algo que se había roto. Con nuestros padres actuábamos como se dice, bien. Pero en el momento que se iban, jugábamos a quien le clavábamos mas cuchillos y tenedores dirigidos a los pies. Siempre había una victima en nuestras reuniones. La victima era enrollada en un par de mantas y arrojada por las escaleras, o encerrada en el armario por horas. También estaba el que lo hacia por placer.

Así durante casi 10 años.

Si no era por su insistente presencia, me iba a perder de muchas cosas divertidas, pero principalmente de conocerme a mi misma. Me enseñaron a que no eramos muy diferentes uno del otro, que si nos compartíamos todo era mas fácil y llevadero, que hay cosas que no tienen explicación, pero en vez de buscar esa sin respuesta a veces es mejor salir, correr, gritar, o ir a fiestas a las que no te habían invitado. Y volver a ser libres, al menos por un rato.

 
 
 

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